Apolo
y Dafne. Una historia de amor imposible
En
la mitología griega Apolo
era el dios de
la poesía y de
la música,
de la profecía
y de la luz,
además del dios
de los arqueros,
lo que indica que debía ser muy hábil con el arco. Figuraos hasta
que punto era bueno que él
solito logró matar a la temible serpiente Pitón que se
escondía en el monte Parnaso.
Apolo
y Diana,
Giovanni Battista Tiepolo, 1757
Pitón
era una bestia
terrible que
andaba buscando sangre a todas horas. Un
monstruo enorme que se dedicaba a matar
rebaños de ovejas, vacas, pastores e incluso a bellas ninfas que
correteaban por el campo. La
población estaba absolutamente desesperada,
necesitaban alguien que les ayudase. Y así, suplicando a los dioses,
bajó Apolo y se
deshizo de la bestia con una lluvia de flechas.
El
problema estuvo que tras
la hazaña Apolo se volvió terriblemente orgulloso.
Se pasaba la vida hablando de sí mismo y presumiendo de su valentía.
Su actitud era tan presuntuosa que lo único que hacía durante todo
el día era repetir las siguientes palabras:
-Soy
el mejor arquero del mundo.
Nadie
puede conmigo.
La
cosa llegó a tal punto que ya no solo era
engreído y arrogante sino que se dedicaba a burlarse y despreciar a
los demás. En
estas andaba cuando un día paseando por el bosque se encontró con
Eros,
el dios del amor, y, como no podía ser de otra forma, Apolo
se metió con él y acabaron discutiendo.
Eros,
pese a ser un dios, tenía
la apariencia de un niño inocente,
de un pequeño angelito que volaba de un sitio a otro con sus alitas,
su diminuto arco y sus flechas dispuestas a enamorar a todo el mundo.
Apolo cuando le
vio le pareció totalmente ridícula su imagen,
en especial el arco que le parecía de juguete. Así, que entre
risas, le dijo:
¿Qué
haces con esas armas?
Sólo
yo, el dios de los arqueros, soy digno de llevarlas.
Eros, cansado como el resto de los dioses de la nueva actitud de Apolo, le contestó.
No
te burles de los demás que algún día tus burlas te pasarán
factura.
Tal
vez mis flechas no hayan matado a ninguna serpiente pero no dudes
que
con ellas he conseguido grandes hazañas pues han logrado llevar
el
amor tanto a dioses como a hombres.
La
conversación cada vez se iba complicando más y más, pues la
actitud de Apolo
no podía ser más pedante e insoportable. Así que Eros,
cansado, irritado y enrojecido de rabia le dijo:
Toda
tu vida recordarás este momento.
Juro,
por tu padre Zeus, que tendrás tu merecido.
Eros
cumplió su amenaza utilizando su mejor arma: el amor.
Aquel mismo día Eros lanzó dos flechas: una de oro y otra de
hierro. La de oro con punta de diamante servía para enamorar a la
gente, en cambio, la de hierro que tenía la punta de plomo provocaba
lo contrario, un rechazo absoluto al amor. Eros
mandó la flecha de oro directa al corazón de Apolo
y este de inmediato cayó rendida y perdidamente enamorado de Dafne,
una de las ninfas más bellas de la región. Pero, ¿os imagináis
dónde fue a parar la de hierro? Exacto, en Dafne.
Hasta
ese momento Apolo
no había sentido el menor interés por la bella ninfa, pero a partir
de ese día no se la podía quitar de la cabeza. Se
pasaba el día pensando en ella hasta tal punto que abandonó sus
aficiones favoritas.
Lo único que le apatecía era pasarse el día viendo a su bella
amada.
Por
contra Dafne, no quería saber nada de Apolo,
es más cada vez
que le veía echaba a correr o se escondía entre los árboles porque
le ponía nerviosa lo pesado que era.
Pero claro, tanto esquivar, tanto esquivar... no siempre es posible y
un día se encontró con él de frente. Apolo aprovechó la
ocasión para pedirle que se casará con él pero la respuesta de
Dafne no dejó ni un resquicio de duda:
No
me casaré jamás.
Apolo no lo entendía... pero si él era un dios... cómo le despreciaba así... ¿era poco para ella? Dafne en un alarde de sinceridad le sacó de dudas.
No
despreció tu amor Apolo.
Lo
que me ocurre es que no quiero el amor de nadie.
Nací
libre y quiero seguir siendo libre.
A
pesar de las palabras de Dafne,
Apolo,
cabezota como buen enamorado, no perdió la esperanza. Es más ni se
enfadó con ella. ¿Cómo se iba a enfadar con el amor de su vida? Lo
único que quería era abrazarla, estar con ella, quererla... Pero
cuando Dafne se
dio cuenta de la obsesión de Apolo le dio miedo y decidió huir al
bosque.
Y
así comenzó una carrera, cual persecución, en donde Apolo iba tras
la ninfa. Dafne estaba muy asustada, tanto que cuando
creyó que Apolo le iba alcanzar se acercó al río Peneo,
que en realidad era su padre, y
le pidió ayuda.
Peneo
pese a estar un poco enfadado con su hija -no entendía está
obsesión que tenía Dafne con no casarse y no darle nietos... con lo
feliz que a él le harían- cuando
la vio tan desesperada se alarmó y decidió ayudarla.
De
repente Dafne dejó de correr. Su cuerpo se volvió rígido como una
piedra. Una fina costra cubrió su pecho y endureció su vientre, sus
brazos se convirtieron en ramas, su cabellera se transformó en
copa... Peneo
pensó que la mejor manera de ayudar a su hija era
despojarle de su forma humana y
convertirla en árbol,
en el primer laurel que hubo en la tierra.
Cuando
Apolo
vio lo que había pasado rompió a llorar. No podía creérselo. Ya
no había ninguna posibilidad de que su amor por Dafne fuese
correspondido,
así que roto de dolor se acercó al árbol, se abrazó a él y
decidió que ya que no iba a ser su esposa, sería su árbol sagrado,
lo adopto como
símbolo y con sus ramas hizo una corona.
A
partir de ese día el laurel, palabra que en griego significa Dafne,
se convirtió en símbolo de gloria de ahí que sus hojas sirvan para
coronar a los generales victoriosos y honrar a los más destacados
atletas y poetas.
Comentarios
Publicar un comentario