2- Lo malo es que yo no debía estar soñando, pues desde que me desperté, después de abrir la ventana y desmayarme cuando el viento me arrastraba a la calle a pesar de sujetarme lo más fuerte que pude a la barandilla del balcón de mi casa, ya me había frotado los ojos varias veces, y también me pellizqué un poco en el brazo, para ver si era verdad o no lo que me estaba sucediendo. ¿Sería lo mismo que le pasó al bandido de las palabras? -¡Pumba, pellizco! ¡Ay, qué daño! Pues debía ser cierto que no soñaba. ¿Me habría convertido en un pino? Creo que no, porque me observé los brazos y no se parecían a las ramas de un pino ni tampoco me había crecido ninguna hoja verde. Entonces, ¿Estaría secuestrada por el huracán Hache en la cueva que perteneció al ogro de las palabras, en Sierra Ladrona? Si esto era así, había una cosa que no me encajaba. Mi padre, que para mí ya era viejo, me contaba esta historia como si fuera muy antigua, así que el huracán Hache tendría que haberse muerto ha...
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